Cuando entré en la universidad, al principio todo iba sobre ruedas. Los primeros meses en la residencia fueron una locura en el buen sentido: gente nueva, buen rollo. En la facultad aprendía cosas que me gustaban, y en general, me lo estaba pasando genial.
Pero un día, sin previo aviso, algo cambió. No fue de golpe, pero sí lo suficiente como para que me diera cuenta de que algo andaba mal. Empecé a notar que mi cabeza no paraba de soltarme cosas que no quería escuchar. Dudas sobre mi relación, sobre quién era realmente, sobre cosas que nunca antes me habían inquietado. Y en ese momento yo era mi cabeza, no era capaz de no identificarme con ella. Me alejé de mi mejor amiga en el peor momento y discutí con mi padre hasta el punto de que estuvimos meses sin hablarnos. No sé si todo eso fue la causa o solo una pieza más del puzzle, pero desde luego, no ayudó.
Esto fue en 2012-2013, cuando del tema del TOC no se hablaba tanto como ahora. Hoy en día, mucha gente comparte su experiencia y hay más información, pero en aquel momento, no tenía ni idea de lo que me estaba pasando. Fui al psiquiatra y su solución fueron pastillas, un plan de “toma esto y sigue con tu vida, y si lo dejas con tu pareja, hay más peces en el mar”. Al principio también probé con un psicólogo, y ahí sí que tuve suerte: gracias a él aprendí un montón sobre mí mismo. Hacíamos terapia cognitivo-conductual y yo, por mi cuenta, devoraba libros de autoayuda como si en ellos estuviera la clave para entenderme. Spoiler: no lo estaba. Como mucho, me daban un respiro momentáneo y luego, otra vez al agujero. Hoy en día sabemos que eso era una compulsión de las gordas.
No encontraba la forma de salir de ahí.
Hasta que conocí al grupo de Más que toc..
A partir de unas pocas sesiones, empecé a afrontar las cosas de otra manera. Ahora sé distanciarme de esos pensamientos obsesivos, verlos pasar sin identificarme con ellos. He aprendido a exponerme a mis miedos sin huir de ellos, sin caer en el bucle de las compulsiones que solo los alimentan.
Eso es difícil de aprender. Por eso la terapia de Exposición y Prevención de Respuesta (EPR) con gente profesional es clave.
Es el primer paso para salir de ahí, para identificar cómo funciona el TOC.
Los TOCs van cambiando de tema. De pronto, la obsesión ya no era solo mi relación o mi identidad, sino el sentido de la vida, la muerte, si la terapia realmente servía para algo o no. También darle vueltas a los defectos y cualidades de mi pareja o preguntarte si es TOC o no son unos clásicos. Ya sabemos que el TOC va a afectar áreas de tu vida que te importen; no creo que me obsesione con que el cielo un día esté más azul de lo normal.
Como sabrás, el TOC puede ser muy incapacitante. Por suerte, nunca he tenido que parar mi vida por esto, pero más de una vez me he obligado a salir de la cama a pesar de no encontrarle sentido a nada. Y aquí viene algo clave: aprender a hacer las cosas con miedo. Porque sí, muchas veces hay que hacer las cosas con duda, con apatía, sin esperar a que lleguen las ganas. Las ganas llegan después, te lo aseguro.
Y sí, también he tenido pensamientos del tipo qué pasaría si no estuviera aquí, si alguien me echaría en falta. Es todo sobredimensionado por el estado en el que te encuentras, así que pide ayuda profesional si no lo has hecho ya para salir de ahí.
Ahora quiero hablarte otro aspecto muy importante a la hora de mejorar: manejar mi hiperproductividad. De hecho, buena parte de mi terapia ha sido aprender a gestionar esa necesidad enfermiza de estar haciendo cosas todo el tiempo.
Como pasa con muchos problemas, lo primero es reconocerlo y no darlo por normal.
A lo mejor te pasa como a mí, que a veces vas demasiado rápido, no te permites descansar y, cuando lo haces, te sientes culpable, como si perder el tiempo fuera un pecado. En mi caso, si decido parar y jugar un rato a la consola, aparece esa voz en mi cabeza que me dice que debería estar haciendo algo «más útil». Pero ahí hay algo que no está funcionando bien. La sociedad aplaude al que siempre está ocupado, al que termina el día agotado, al que no se detiene nunca. Y aunque uno cree que todo va bien, el cuerpo empieza a mandar señales de alarma, pequeñas
resistencias que te obligan a frenar. Para cuando te das cuenta, no solo estás físicamente agotado, sino que tu mente va a mil y no puedes controlar las obsesiones.
En mi caso, la hiperproductividad está muy ligada al TOC. Aprender a descansar, a no exigirme tanto, a poner límites (a los demás y a mí mismo) ha sido clave. Y aunque a veces me cueste, sé que es necesario. Porque parar no es perder el tiempo. Es, muchas veces, la única forma de recuperarlo.
______
Otro aspecto importante: la gente.
No todo el mundo va a entender lo que te pasa. Habrá quienes minimicen lo que sientes con frases del tipo “no es para tanto”, “si lo tienes todo para estar bien”.
Estamos de acuerdo en que invalidar lo que sientes no ayuda. Lo que ayuda es sentirte comprendido, sin juicios. Así que elige bien a quién le confías tu vulnerabilidad. Rodearte de gente que te quiere y que entiende esto que te pasa me ha ayudado un montón.
Tener un día malo es normal, nos pasa a todos. Pero cuando tienes un día malo con TOC, y empiezas a darle vueltas a tus temas recurrentes, sin poder parar, la cosa se complica. La buena noticia es que eso también mejora. No de golpe, pero sí paso a paso. Y entonces, poco a poco, los días malos ya no pesan tanto.